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La máquina (expendedora) del tiempo

El escritor inglés G.K. Chesterton alguna vez escribió: “la desventaja de que los hombres no conozcan el pasado es que no conocen el presente”. La lección que debemos aprender es que la Historia es vital para saber quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos hoy. Y por tanto, lo que haremos en el futuro. Y como todo, el vending, la venta automática de productos a través de dispositivos mecánicos, también tiene su historia.Maquinatiempo_gr.jpg


Herón, bendito su invento

Como en tantos y tantos aspectos (científico, político, social, artístico, etc.), le debemos mucho a los antiguos griegos y a su enorme legado. Así, en el año 215 DC, el ingeniero griego Herón de Alejandría publicó “La neumática”, un tratado sobre la hidráulica que incluía una colección de bocetos de sus inventos. Entre estos artilugios estaba la que se conoce como la primera máquina expendedora. Se trataba de una urna que expendía agua bendita cuando alguien introducía una moneda de bronce en ella. El sistema estaba basado en la gravedad; el peso de la moneda empujaba el mecanismo, que dejaba caer el líquido sagrado. Herón la ideó para los templos sagrados que el Imperio romano poseía en su provincia egipcia de Alejandría; pero su defecto era que no podía reconocer las monedas falsas de las verdaderas. ¡El primer caso de fraude de la Historia! Poco debía imaginar el ingenioso Herón que, miles de años después, el tema seguiría dándole quebraderos de cabeza a los desarrolladores de máquinas de venta automática. Porque el ingenio de pillos y timadores se ha escurrido siempre por muchas vertientes, sirviendo, al mismo tiempo, de acicate para los diseñadores de sistemas anti-fraude.


Revolución automática

Pero volvamos a subirnos a la máquina del tiempo. Tras la invención de Herón, pasaron más de mil quinientos años (hasta finales del siglo XVIII) antes de que se creara la primer máquina expendedora comercial en Londres, que vendía postales y rapé en las tabernas de la capital británica. De forma contemporánea, el editor Richard Carlisle, inventó una máquina que permitía comprar libros. La idea cruzó el charco y en Estados Unidos se utilizó para vender chicles, en 1887, por la Thomas Adams Gum Company, que instaló la primera de sus máquinas en la estación de metro de Nueva York. En 1897, la empresa Pulver Manufacturing dio con la magnífica e innovadora idea de incluir figuritas de juguete en sus máquinas de venta de chicles. Una especie de regalito sorpresa. ¿Les suena de algo?  Sin duda el antecedente histórico de la distribución de juguetes y muñecos para niños, de las cápsulas y las actuales gachas. El inicio del ociovending.

maquinaantigua_gr.jpgEl sector de la alimentación también tiene su propia intrahistoria. Y es que en 1902 se abrió la primera cafetería-restaurante de venta automática Automat en Filadelfia. Los clientes sólo tenían que introducir una moneda de cinco centavos en la ranura del primigenio sistema de pago, girar el pomo y abrir una pequeña puerta de cristal para acceder a su plato de comida. La idea era una patente sueca que los dueños norteamericanos de dicho restaurante importaron de Berlín, donde de hecho ya funcionaba con éxito uno de estos “restaurantes sin camarero”. Sin embargo, el valor de los cafés Automat fue doble, ya que aparte de ser el primer sitio donde los clientes se servían ellos mismos su propia comida, los platos se ofrecían de forma rápida y a precios económicos. Los Automat se extendieron con múltiples filiales por Estados Unidos, convirtiéndose en la primera cadena de comida rápida de venta automática de la Historia.


Explosión de la oferta

Pero no fue hasta 1926 que las máquinas de vending pudieron ampliar su oferta; en ese año el estadounidense William Rowe inventó la primera máquina de venta de cigarrillos, lo cual pavimentó el camino hacia la venta de bienes con un mayor valor en el mercado. A partir de ese momento, en las décadas de los años 20 y 30, comenzaron a aparecer expendedoras para fichas de estacionamiento, papel higiénico, fotos de carnet, arroz, juguetes, bebidas alcohólicas, gaseosas, café, tampones y un largo etcétera. Porque la idea de que es posible vender cualquier cosa a través de una máquina no es nueva. Y si ya hace más de un siglo los pioneros de la venta automática no se pusieron límites, ¿por qué ponerlos ahora?

Y si no, que se lo digan a los japoneses. En Japón, sin duda el país con mayor densidad de máquinas de vending del mundo (donde el sector estalló definitivamente tras la 2ª Guerra Mundial), por haber hay hasta tiendas enteras sin otra cosa que distribuidoras automáticas; como, por ejemplo, la tienda de camisetas en tubos Uniqlo UT, que dedica hasta dos plantas a este tipo de comercio. No en vano, el continente asiático también parece poseer antecedentes históricos bastante remotos, pues al parecer hay registros de que ya en el año 1.076 se fabricó una dispensadora automática de lápices en China.

Lo que queda claro es que la humanidad, sea en Europa, América, Asia o en cualquier parte del planeta, ha mostrado siempre una actitud empática en relación a las máquinas de vending. Como en nuestro país, España, donde lo cierto es que el vending desembarcó con cierto retraso, hasta los años 50, cuando las pioneras máquinas de venta automática vendían los clásicos caramelos y bolas de chicle, además de otras máquinas con productos más industriales como recargas para encendedores. A partir de los 60, el consumidor español abrazó con fuerza la oferta de la venta automática y esta bonita historia sigue escribiéndose hoy en día con letras de oro. La Historia nos ha enseñado que en este negocio siempre se ha innovado, siempre hay nuevas salidas, nuevas ideas, que todavía hay mucho por inventar. Ser conscientes de esto demostrará que nos hemos aprendido bien la lección.

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